MÚSICA EN LA SEO
1- Jean François DANDRIEU (*ca. 1682-†1738): Sonata III (Livre de Sonates en trio, París, 1705) (Adagio, Allegro, Adagio, Giga)
2- ANÓNIMO (mediados S. XVII): Una serrana devota
3- Sebastián AGUILERA DE HEREDIA (*1561-†1627): Primera obra de 1er. tono
4- Fray Manuel CORREA (†1653): Ausente del bien que adoro
5- Bernardo del RÍO (†1655): Por aliviar los sollozos
6- Jusepe XIMÉNEZ (*1601-†1672): Batalla de 6º tono
7- Fray Gerónimo GONZÁLEZ (fl. 1633-1661): Paxarillo que cantas
8- Juan de PADILLA (*1605-†1673): Yo muero de amor
9- Andrés de SOLA (*1634-†1696): 1er. tiento de 1er. tono. Partido de mano derecha
10- Miguel SORIANO (fl. 1696-1716): Lamentación 3ª Feria V
11- Sebastián AGUILERA DE HEREDIA: Tiento de falsas de 4º tono
LOS MÚSICOS DE SU ALTEZA
María Pilar Burgos, soprano
Beatriz Gimeno, soprano
Susana Cabrero, contralto
José Pizarro, tenor
Pablo Prieto, violín
Eduardo Fenoll, violín
Pedro Reula, vihuela de arco
Jesús Alonso, tiorba, archilaúd y guitarra
clave, órgano y dirección: LUIS ANTONIO GONZÁLEZ
Edición de la música: Luis Antonio González
Grabado en la sala Luis Galve del Auditorio de Zaragoza en 1999
Toma de sonido y montaje: Paco Aguarod
Producción: Prames S.A.
Patrocinadores: Gobierno de Aragón, Diputación de Zaragoza, Institución Fernando el Católico
[Comentarios ©Luis Antonio González]
Hace ya más de un año que Plácido Serrano me invitó a trazar el programa de una futura grabación dedicada a la música en La Seo de Zaragoza. La propuesta era apasionante y apropiada para mí, ya que llevaba más de una década buceando en el Archivo de Música de las Catedrales de Zaragoza, y también para los demás componentes de LOS MVSICOS DE SV ALTEZA, plenamente comprometidos con la difusión de nuestro patrimonio musical. Pero, a la vez, el asunto escondía un reto en su planteamiento, porque se trataba de dar una visión renovada, libre de los tópicos extendidos sobre la materia hasta el presente, a la vez representativa de una tradición histórica pretérita, de una larga y paciente labor de investigación y también de unos criterios de interpretación históricamente verosímiles y válidos para lograr la cercanía y aun la complicidad del público actual. Y sobre todo, había que hacer buena música.
Resulta difícil juzgar qué es lo más representativo en la tradición musical de una catedral. El canto llano (lo que hoy se conoce como gregoriano) constituye una línea ininterrumpida a través de los siglos y La Seo posee más de un centenar de cantorales (catalogados aunque todavía pendientes de un estudio exhaustivo), pero, en todo caso, y a pesar de su revitalización en la línea new age, el llamado gregoriano no responde a nuestro concepto de composición musical, sino que se trata de un vehículo funcional -si bien no exento de valores estéticos, evocadores…- para la oración. No es, pues, materia de este disco.
Por otro lado, la afición conoce bien la denominada “escuela de órgano de La Seo”, hasta tal punto que la obra organística de Aguilera de Heredia, Ximénez y Sola ha llegado a considerarse lo más importante, casi lo único, en la tradición musical de La Seo. La producción de estos músicos, que además no se conserva en Zaragoza sino en fuentes dispersas por la Península (El Escorial, Oporto…), constituye desde el punto de vista cuantitativo un porcentaje irrelevante en el panorama de la composición en La Seo durante el siglo XVII: la razón es que los organistas no estaban obliados a dejar sus composiciones en la catedral. Pero es música de calidad, especialmente la de Aguilera, de modo que algunas muestras debían estar presentes en esta grabación, la cual así, de paso, se convierte en una reivindicación del magnífico órgano de La Seo, que, todavía por restaurar, merece un trato singularente cuidadoso.
Finalmente, junto a la producción local, los fondos musicales de La Seo comprenden una gran cantidad de música foránea, de los más reputados maestros españoles y extranjeros. Esta música, aunque compuesta fuera, también forma parte de la práctica habitual en la capilla de La Seo, como ponen en evidencia las muestras de uso en libros y partichelas.
Hemos querido dar una panorámica de la música vocal e instrumental para solistas y pequeños conjuntos que sonaba o pudo sonar en La Seo en un período concreto (entre aproximadamente 1600 y 1715), período fructífero y especialmente interesante dado que en él nacen o se desarrollan nuevos géneros y se producen importantes transformaciones en en los estilos y modos de componer. Quedan para otras ocasiones las obras de maestros como Robledo (éstas a menudo de problemática atribución), por antiguo, o de García Fajer, Olleta o Azara, por modernos. También hemos renunciado esta vez a las grandes composiciones policorales a 8, 10, 12 y aun 16 voces de la época que nos ocupa. Las piezas para unos pocos cantores y un par de instrumentos, dentro de su carácter íntimo, son igualmente grandes. No es ésta, pues, la visión completa de un repertorio -no cabría en un disco, naturalmente-, sino, más bien, una pequeña y variada selección de hermosas muestras.
Por el momento no nos es posible identificar al autor anónimo del villancico Una serrana devota (A la Virgen S.ma sobre la Salve a 5), que debe datarse a mediados del siglo XVII. En la España del siglo XVII se conoce genéricamente como villancico cualquier composición con texto en lengua vernácula, de temática religiosa, destinada a cualquier fiesta (Navidad, Corpus, fiestas de la Virgen, de santos…). Estas obras usualmente constan de dos secciones básicas: un estribillo que, con texto y música idénticos, se repite cada cierto tiempo, y una o más series de coplas (estrofas con igual música y diferentes textos); la estructura puede ampliarse con una introducción (a menudo un romance en forma de coplas), una responsión (frecuentemente reelaboración del estribillo), respuestas a las coplas, etc. Para el caso de Una serrana devota, tenemos un tipo sencillo en dos secciones: un romance (en forma de coplas) y un estribillo que se ejecuta a mitad del romance y al final del mismo. Esta pieza es un ejemplo de la teatralización de la música religiosa que tiene lugar a lo largo del siglo. El fenómeno ocurre en algunas obras litúrgicas -en latín-, donde el nuevo estilo de composición impone un tratamiento más convincente de los afectos que pide el texto, pero se muestra con mayor vehemencia en las piezas sobre texto castellano -los villancicos y tonos-, donde abundan las composiciones dramatizadas, con un hilo argumental y unos personajes que, mediante su diálogo, mantienen una acción, a menudo elemental y rudimentaria (de hecho, los villancicos nacieron a fines del siglo XV como género musical específicamente teatral, por lo que no debe extrañar su dramatización en tiempos posteriores). La obra en cuestión nos presenta a un personaje simple -la serrana– que, dotado únicamente de la escasa cultura propiciada por la asistencia a algunos oficios religiosos, canta «mezclando el llanto y la risa, por la dotrina cristiana», como dice el narrador, un extraño texto construido a partir de las lecciones del catecismo. El estribillo, cantado por la misma serrana, sufre las interrupciones de la capilla de música que entona, en latín, la Salve. Esta mezcla poco frecuente de idiomas y elementos musicales litúrgicos (con texto latino) y paralitúrgicos (en castellano) aporta a la pieza un carácter singular.
Fray Manuel Correa, maestro de capilla de La Seo desde 1650 hasta su muerte en 1653, probablemente como consecuencia de la peste que asoló Zaragoza en 1652, debe ser considerado uno de los grandes compositores de la España del siglo XVII. Un pequeño ejemplo de su arte se encuentra en el villancico al Santísimo Sacramento Ausente del bien que adoro, de estructura semejante a la de la pieza anterior, pero compuesto a cuatro. Sobre un texto relativamente complejo y lleno de juegos de palabras y dobles significados, Correa crea una pequeña obra maestra de la representación en música de los afectos: más allá de la simple “pintura” de las palabras, la música consigue desvelar lo que el texto oculta.
Correa gozó de la mayor estimación en su tiempo, de lo que son testimonio los elogios que, ya muerto el maestro, se le dispensaron en las Actas capitulares (“siendo de los mejores y mas estimación que hasta ahora ha habido en España,… siendo el primero en gracia para los villancicos…”), así como el cuidado que el Cabildo puso en que sus obras se inventariasen y quedaran recogidas en un armario, con la obligación de restituirlas de inmediato cada vez que se sacaran para interpretarlas.
Bernardo del Río, maestro de la catedral de Astorga accedió al magisterio de La Seo, por oposición, en febrero de 1655, sucediendo a Juan de Torres, a su vez sucesor de Correa. Su paso por la catedral zaragozana fue breve, pues el 20 de noviembre del mismo 1655 moría tras unos pocos meses en el cargo. De las pocas obras suyas que han quedado en este archivo -sólo tres- hemos escogido el villancico de Navidad Por aliviar los sollozos, en cuyo texto, de modo muy barroco, se consideran las lágrimas del recién nacido como una premonición de la Pasión. La música, lejos de tales profundidades, se muestra candorosa, festiva y decididamente entroncada con lo bailable y popular. En nuestra interpretación nos hemos permitido, por mor de lo navideño y con plena justificación histórica, introducir unas discretas sonajillas en la responsión, que ejecutamos con los instrumentos.
También está destinada a la Navidad la pieza del carmelita (como Correa) fray Gerónimo González de Mendoza, Paxarillo que cantas, aunque su texto a primera vista pueda parecer humano o profano. El autor, que se sepa, no formó parte de la capilla de La Seo zaragozana, sino que desarrolló sus actividades en Madrid y Sevilla, pero a Zaragoza llegaron algunas obras suyas -cuatro-, entre las que destaca la pieza a solo de nuestra grabación. Es una obra singular dadas las exigencias vocales del estribillo, que contiene una sobrecarga de vocalizaciones (lo que entonces se denominaba garganta o gala) del todo inusuales en la escritura de la música española del momento excepto en algunas lamentaciones a solo. Ha sido preciso reconstruir el acompañamiento, que no se conserva; también se ha reconstruido una versión llana (sin ornamentaciones) del estribillo, para dejar la versión glosada como colofón, tras las coplas. La ornamentación improvisada, tanto en voces como en instrumentos, constituía uno de los puntos esenciales de la interpretación musical. La pieza de Gerónimo González es un ejemplo valiosísimo de lo que los cantores podían realizar sobre la base de estructuras musicales sencillas.
Juan de Padilla, autor del dúo Yo muero de amor tampoco trabajó en La Seo de Zaragoza. Nacido en Gibraltar en 1605, ejerció el oficio de maestro de capilla en las catedrales de Coria y Toledo y gozó de gran reputación en toda la Península. El villancico al Santísimo Sacramento que nos ocupa, probablemente destinado a la procesión del Corpus (al menos, su argumento gira en torno a ésta), es una muestra más del tratamiento a lo humano que se da con frecuencia al amor divino en la música paralitúrgica española del siglo XVII. Es frecuente que la Hostia en la custodia venga caracterizada, en los textos de estos villancicos, y por tanto en sus músicas, como un galán embozado (frecuentemente recibe apelativos como «valentón», «guapetón», «matasiete»…) del que quedan prendadas las zagalas -las almas-, quienes, entre suspiros, discurren sobre las virtudes del apuesto jaque y los goces que las esperan en su compañía. Textos de esta naturaleza movían a los compositores a crear músicas especialmente sensuales; probablemente los cantores obraban en consecuencia, dando expresión a los afectos de la letra, lo que motivó las más duras invectivas de moralistas y censores, así como infinitas polémicas sobre la licitud de la teatralización de la música en las iglesias.
La última pieza vocal de este disco supone un salto adelante de unos cuarenta años, y también el retorno a la producción propia de La Seo. Miguel Soriano, posiblemente discípulo de Andrés de Sola, era ayudante de éste en la tribuna de La Seo, y lo sucedió como primer organista a la muerte de aquél en 1696, permaneciendo en el cargo hasta al menos 1716. No conozco más composición de Soriano que esta Lamentación 3ª Feria V, la tercera de las lecciones de Tinieblas del Jueves Santo. La obra es hija de su tiempo y presenta una yuxtaposición de elementos tradicionales hispanos y elementos importados directamente de Italia, algo muy característico del modo de componer en España a finales del XVII y primeros años del XVIII. Compuesta para voz sola, dos violines y continuo, enlaza con la tradición zaragozana -inaugurada hacia 1669 por Joseph Ruiz Samaniego (maestro de capilla de El Pilar)- de composición de lamentaciones para este tipo de formación vocal e instrumental; incluso toma prestados algunos motivos de la pieza de Ruiz Samaniego, que sin duda conocía, pero introduce nuevos elementos pertenecientes a la tradición musical italiana del último tercio del siglo XVII. En aquel tiempo hubo algunos músicos italianos al servicio de La Seo, y desde 1704 figuró un italiano, Juan Bautista Donini, como primer violín de la catedral. La llegada de música extranjera fue cada vez más frecuente (ya Gaspar Sanz, en 1674, hablaba de las “sonadas y conciertos de Biolines que vienen de Italia”), y ello explica la gran cantidad de obras, sobre todo instrumentales, procedentes de otros países que se conserva en La Seo, a la vez que justifica la inclusión en este CD de una pieza exótica, como resulta, junto a Aguilera, Correa y los demás, la sonata de Jean François Dandrieu que abre nuestra grabación. Hay que pensar que las obras de Dandrieu (ejemplo de gustos reunidos), de Corelli, etc., pasaron en Zaragoza por las manos de Donini, de Soriano y de otros músicos de la capilla de La Seo, y este pensamiento ha influido en nuestra interpretación, tanto de la Lamentación de Soriano como de la Sonata de Dandrieu.
Termino con una pequeña reflexión sobre el órgano y su música. Entre Sebastián Aguilera de Heredia, Jusepe Ximénez y Andrés de Sola se produce una rara continuidad de maestros y discípulos durante un siglo entero, lo que no mengua, por otro lado, nuestra percepción del paso del tiempo entre el primero y el último. Los tres tuvieron bajo sus manos, aparte de realejos y clavicordios, un gran instrumento construido por Guillaume de Lupe que, con pequeñas reparaciones, pervivió hasta la gran reforma que, aún en vida de Sola, emprendió Jusepe Sesma dejándola inacabada. Las trompetas reales llegaron a La Seo en 1681; anteriormente las únicas lengüetas parecen ser las dulzainas. He buscado un órgano con una estética semejante, basado en la riqueza y elocuencia de los flautados y nasardos, y lo he encontrado en el espléndido órgano de San Pablo de Zaragoza, que me ha permitido, por una vez, tocar de modo para mí convincente, sin los anacrónicos juegos de bajoncillo y clarín, la célebre Batalla de Ximénez.
Aguilera, uno de los más grandes músicos que dio La Seo, donde posiblemente se formó y donde acabaron sus días, cierra este disco con un denso Tiento de falsas. La suspensión de su cadencia de 4º tono deja la puerta abierta a una -deseable- mayor difusión futura de los tesoros musicales de La Seo.
Luis Antonio González